Santos: Cirilo y Metodio, Patronos de Europa. Nostriano, Elecaudio, Abrahán, obispos; Adolfo, confesor; Valentín, Vidal, Felícula, Zenón, Ammonio y Dionisio, Cirión, Casiano, Agatón, Moisés, Baso, Antonio y Protolico, Dionisio, Próculo, Efebo, Apolonio y Filemón, mártires; Antonio, Auxencio, Marón, abades; Cristina de Visconti, virgen; Juan Bautista de la Concepción, religioso trinitario.
Dos hermanos del siglo IX, apóstoles de los eslavos, inventores del alfabeto cirílico –glagolítico–, padres de la literatura paleoeslava.
Nacieron en Tesalónica (Grecia), hijos del magistrado León. Cirilo se llamaba Constantino y nació en el año 827; Metodio se llamaba Miguel, era un poco mayor. Murió el padre cuando Miguel tenía 14 años. Se hace cargo de la educación el logoteta imperial Teoctisto. Llevó a Cirilo a Constantinopla para educarlo con el futuro emperador Miguel III. Tuvo por maestros a León el Matemático y a Focio, el futuro patriarca cismático. Allí estudia gramática, retórica, matemáticas, astronomía, física, música y filosofía.
Cirilo no quiso casarse. Esperándole un estupendo porvenir en la estructura imperial, se hizo diácono y bibliotecario patriarcal. Ocultamente se retiró a un monasterio del Bósforo. Pero accedió a los ruegos insistentes que le hicieron para enseñar en Constantinopla y ocupó la cátedra de Filosofía y Teología, llegando a recibir el segundo nombre de «el Filósofo» por el que lo reconocían. Por este tiempo debió intervenir en la disputa contra el Patriarca Juan VII, llamado «el Gramático», cuando estalló la controversia iconoclasta.
Metodio quiso mantenerse en el terreno de la política; es el gobernador o administrador (arconte) probablemente de Macedonia de la provincia habitada por eslavos. Luego se hizo monje y en el 840 se le ve en Bitina, en el monte Olimpo, en el monasterio de Polychron.
Las revueltas políticas del 855 hicieron que Cirilo abandonara su cátedra y se fuera a vivir con su hermano Metodio, al monasterio, para dedicarse a la oración y al estudio. En el 860, los dos hermanos formaron parte de una misión enviada en el año 860 por el emperador bizantino Miguel III, llamado «el Beodo», a los jázaros, un pueblo tártaro que toleraba todas la creencias y cuyos gobernantes practicaban el judaísmo; van a una misión político-religiosa al Quersoneso, bien pertrechados intelectualmente para poder discutir con judíos y sarracenos. Dicen que fue la oportunidad para encontrar milagrosamente las reliquias del papa Clemente I, desterrado al Quersoneso y martirizado arrojándolo al mar con un ancla atada al cuello. La misión tuvo éxito con la conversión del pueblo después de las disertaciones públicas con los judíos y mahometanos.
El príncipe Ratislao de Moravia –en la actualidad la zona oriental de la República Checa– quiere contrarrestar la molesta y pertinaz influencia germánica; pidió al emperador Miguel le enviase misioneros que hablasen eslavo y allá van los hermanos Cirilo y Metodio en el 863. Fue en esta ocasión cuando inventaron el alfabeto cirílico que está basado en caracteres griegos y con algunas modificaciones configura los actuales alfabetos del ruso, del ucranio, del bielorruso, del serbio y del búlgaro, poniéndose de inmediato a la traducción de la Sagrada Escritura. Está relacionado con el alfabeto glagolítico, que emplearon hasta el siglo XVII los eslavos católicos de obediencia romana y que pervive hoy únicamente en la liturgia de algunas comunidades católicas de la península de los Balcanes. Los hermanos eslavoparlantes atravesaron Panonia; los recibió el príncipe Kocel con toda la cordialidad posible y les facilitó abrir escuela para dar formación a los muchachos. Más éxito entre los eslavos.
Pero los clérigos germanos soliviantaron por envidia a sus obispos, que se enfurecieron contra los dos misioneros, con el agravante de que estalló el cisma de Focio en Oriente y el heresiarca había sido maestro de Cirilo; la envidia hizo que fueran acusados de herejía y de pasarse las reglas empleando la lengua eslava en la celebración de los misterios en la liturgia. Tuvo que intervenir el papa Nicolás I, llamándolos a Roma; los recibió el papa que le sucedió, Adriano II. Fue la ocasión de entregarle las reliquias de san Clemente; se les reconoció su ortodoxia y quedaron autorizados para utilizar el eslavo como lengua propia litúrgica. Más aún, el papa ordenó sacerdote a Metodio.
Aquí fue cuando Cirilo enfermó gravemente y murió en Roma el 14 de febrero del 869, a los cuarenta y dos años de edad. Lo enterraron en la iglesia de San Clemente.
Este hecho provocó un cambio de planes desde Roma de cara a la evangelización de los pueblos eslavos. Consagraron obispo a Metodio, lo hicieron arzobispo de Moravia y legado papal para todos los asuntos eslavos.
A su vuelta, resucitaron todas las rencillas y envidias germanas, hasta el punto de ser condenado en el concilio de Ratisbona a la cárcel o al exilio; menos mal que la firme intervención del papa Juan VIII, en 873, le devolvió toda la autoridad y prestigio. Pero la clerecía germana no se contentó ni dejó de poner dificultades con descalificaciones por heterodoxia. No hubo más remedio que desde Roma mandaran leer, en primer lugar, los textos en latín y, a continuación, repetirlos en eslavo.
Metodio murió probablemente el 6 de abril del 885, en la ciudad de Vellherad, después de haber completado la obra de verter al eslavo toda la Sagrada Escritura, los Santos Padres y los textos litúrgicos que comenzara con su hermano; se enterró en su propia catedral.
La labor de Cirilo y Metodio fue inmensa hasta el punto de rebasar los límites de lo históricamente comprobado. Los hermanos influyeron en moravos, eslovacos, búlgaros, polacos, croatas y servios, macedonios, búlgaros, ucranianos y rusos, que los reconocen no solo como sus padres en la fe, sino también como los que pusieron los pilares de su cultura. Fueron la fuerza, el poder, la ciencia, las columnas en las que se basa la idiosincrasia de estos pueblos.
Siempre se caracterizaron por el gran esfuerzo misionero y evangelizador, por la permanente unión con la suprema autoridad en la Iglesia, sin miedos a las interpretaciones que los demás hacían de su estilo que era el que le iba a los eslavos.
Cirilo y Metodio fueron canonizados en 1881 por el papa León XIII, y desde 1981 son Patronos de Europa; comparten el honor del patronazgo con san Benito, el de Nursia, que sembró monasterios por todas partes, dejando tras sí el respirar en cristiano. En la inauguración de las sesiones del Sínodo de obispos del 1999, cuando se prepara la Iglesia para el comienzo del tercer milenio, el Sumo Pontífice Juan Pablo II declaró a Edith Stein, Patrona de Europa, junto a Catalina de Siena y Brígida de Suecia, queriendo colocar tres figuras femeninas junto a los Patronos, para subrayar el papel que las mujeres han tenido y tienen en la historia eclesial y civil del continente.