Qué lucha –sin lucha–, la que se estableció entre la Santidad del Padre ofendida, que no podía aceptar al pecado, y la misma Santidad que, en su Unigénito, vuelta hacia el Padre, le imploraba, en desgarro supremo de infinita y cruenta inmolación: «Abrázame con toda la humanidad, o me rechazas con toda ella».
La entrada DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO…? se publicó primero en La Obra de la Iglesia.