Santos: Queremón, Hunguero, obispos; Demetrio, Honorato, Floro, Flaviano, Isquirión, Zenón, mártires; Adam, Ultán, confesores; Francisca Javier Cabrini, fundadora.
Nació en la Lombardía italiana, en Sant’Angelo Logidiano, el 15 de julio de 1850, de Agustín y Stela; la penúltima de once hermanos. Es una familia corriente de campesinos cristianos. La niña se confirma con ocho años y hace la primera comunión a los nueve.
Cursa sus estudios y el primer trabajo como maestra es en el pueblo que se llama Vidardo. Allí desempeña, además, una importante labor apostólica y social.
Luego la vemos como superiora en el Hospicio de la Providencia en Codoño. Pero fue una aventura que duró poco y acabó mal porque el obispo tuvo que disolver aquella fundación: eran pocas y mal avenidas. Con este motivo, el obispo, que conocía sus posibilidades, su inclinación a las misiones y la rectitud de su vida, le recomienda que haga una fundación misionera.
Han nacido las Misioneras del Sagrado Corazón. En 1907 obtiene la aprobación Pontificia y comienzan siete profesas.
En poco tiempo se multiplican sobremanera; cuando muere Francisca Javiera a los sesenta y siete años ha fundado personalmente sesenta y siete casas entre Europa (Italia, Francia, Inglaterra, España), EE.UU. (Nueva York, Nueva Orleans, Los Ángeles, Chicago, Filadelfia), y América Central (Costa Rica, Panamá, Nicaragua…).
Ella siempre alimentó en su alma impulsiva, generosa y valiente la posibilidad de llevar y extender el Evangelio en las tierras de Oriente Lejano, concretamente, en China. Quizá por eso de niña se divertía haciendo barquitos de papel y, al ponerlos en el río para que los llevara adelante la corriente, les decía «¡A China!». No pudo hacerlo. Fue el propio papa León XIII quien le sugirió un cambio de ciento ochenta grados encaminándola a la atención misionera en América centrándose en los emigrantes italianos que pasaban dificultades de todo tipo a principios de siglo. Esos emigrantes salieron ganando: hospitales, orfanatos, colegios, asilos … les llegaron con Francisca Javiera y las Misioneras. Y, sobre todo, instrucción, formación religiosa, el cariño testimonial de la caridad. Bueno, en realidad, no fueron solo los emigrantes italianos… la Iglesia entera se enriqueció.
Murió el 22 de diciembre del año 1917 y la canonizó el papa Pío XII en 1943.