Santos: Gregorio, presbítero y mártir; Luciano, Metrobio o Metropio, Pablo, Teótimo, Druso, Cenobio, Eutimio, mártires; Annón, confesor; Irmina, Társula (Tarsila), vírgenes; Bonifacio, Castorino, Delfín, obispos; Adela de Tréveris, abadesa.
Presbítero que murió mártir en la persecución de Diocleciano a comienzos del siglo IV.
En su historia interviene un personaje llamado Flaco que es el encargado por el gobierno de Roma para poner orden en el Imperio en lo que concierne a la unidad de religión fundamento del orden social. Ha pensado en su estrategia contra los rebeldes e inconformistas de cuya existencia en su territorio está bien informado: multiplicará los dioses y obligará a prestarles adoración. Quienes no acaten la orden con fidelidad serán aniquilados.
En la península itálica, en la Umbría, concretamente en Spoleto, hay un hombre llamado Gregorio, se ocupa en hacer el bien a los demás, está interesado en poner remedio a las necesidades económicas de los más pobres y, de hecho, las remedia en la medida que puede, da consuelo a los tristes e incluso quema el tiempo animando cuando alguien está desalentado. Es pacífico y en su vida se advierte la rectitud. Todos lo tienen por hombre religioso. Incluso a los que quieren les descubre poco a poco los misterios de Dios y, lo que es más llamativo aún, algunos le siguen porque tanto su enseñanza como el estilo de su vida tienen un atractivo poco común. Sí, hay un no-sé-qué atrayente por su nobleza y altura de miras.
Pero, por lo que se ve, no agrada a todos. No quiere sacrificar a los dioses. Tiene ideas distintas. Él no se acomoda a lo establecido. Es acusado de «ser rebelde a los dioses». Afirma que solo un Dios merece adoración y tan testarudo se muestra en su convicción que, a pesar de las amenazas y vejaciones, está dispuesto incluso a morir. De hecho así terminó su vida en el año 303.
Desobediente. Inadaptado. Reaccionario. Indócil. Rebelde. Indisciplinado. Agitador. Inconformista. Independiente. Parece que todos estos calificativos tienen un contenido negativo. Pero, claro… hay que saber contra qué o contra quién. Porque –a la postre y para ser justos en el juicio– todo depende de a qué lado quede la verdad. Quizá resulte que hay que cambiar el esquema y se deban proponer para premios Nobel precisamente a los que no se acomoden a los croquis de la sociedad y vayan contra el «status».
No siempre «ser como los demás» es signo de «estar en la verdad».
A que la verdad no depende del poder, de la fuerza física, política o militar. ¡A que no!