Santos: Jerónimo Emiliano, presbítero; Juan de Mata, fundador; Pablo, Lucio, Ciriaco, Dionisio, Quinta, Emiliano, Sebastián, Filadelfo y Policarpo, Mengoldo, mártires; Juvencio o Evencio, Honorato, Pablo, Pedro, obispos; Esteban, abad; Elfleda, virgen; Josefina Bakhita, ex esclava y religiosa.
Su familia es la noble de los Emiliani, viven en el corazón de Venecia, en la Plaza de San Marcos. Jerónimo nació en el año 1481, en pleno Renacimiento, y así fue su juventud, con fiestas, juegos y duelos; llevaba los asuntos de honor y honra no siempre por buenos caminos, con frecuente inversión de valores.
Sirvió a la república veneciana como senador en los consejos y como soldado en los campos de batalla. Precisamente en una de esas escaramuzas fue donde sintió un vuelco en el corazón y vino su conversión; era la guerra de Venecia y la Francia de Luis XII; lo tomaron preso las fuerzas imperiales de Carlos V y le pusieron cadenas. Temió morir en la mazmorra. El gobernador vio negro el asunto de defender aquella posición y se escapó en la sombra de la noche; Jerónimo se quedó defendiendo el reducto con un puñado de valientes, en Castilonuovo, cerca de Treviso. Aquello no tuvo éxito, pero a él le sirvió para pensar por primera vez en su vida que tenía un alma que salvar. Lo contaría luego con lágrimas ante el altar de la Madre de Dios.
En 1518 se ordenó sacerdote y dedicó todas sus energías a la práctica de la caridad. Diez años más tarde, cuando la gran epidemia y hambre, vendió todos sus muebles para dar de comer a los pobres; además, mendigó por las casas y calles para los demás. Le vieron por Venecia, mal vestido, casi siempre rodeado de una nube de muchachos, siendo la comidilla de las damas y el objeto de las risotadas de los antiguos compañeros de jarana. Va de templo en templo y de hospital en hospital para dar consuelo y limosna cuando tiene.
Principalmente buscó a los muchachos huérfanos y abandonados, se comporta con ellos como un padre y un maestro; los alimenta, educa, viste, cura y procura enseñarles un oficio con el que consigan trabajar y ganarse la vida porque ya el Apóstol de las Gentes enseñó que el que no quiere trabajar, no tiene derecho a comer. Y procuró tener con ellos toda la paciencia que postula el verdadero amor a la infancia.
En Venecia primero y luego en otras ciudades italianas fundó escuelas, orfelinatos, y casas de regeneración para jóvenes que necesitaban una nueva orientación para sus vidas. Toda la miseria era objeto de su atención y compasión, en especial, la enfermedad y la ignorancia. Pensó que era necesaria la fundación de una Orden; puso su casa central en Somasca, cerca de Bérgamo, y de ahí les viene el nombre de «somascos» a los Clérigos Regulares de Somasca que él fundó y aprobó el papa Pablo III, en 1540.
En Somasca pasó los últimos años de su vida, rodeado continuamente de los chiquillos a los que dispensaba lo mejor de sí mismo. Murió durante la peste de 1537, el 8 de febrero, con los nombres de Jesús y María en los labios.
Después de su muerte se juntaron los somascos con los teatinos por ser del mismo tiempo, tener muy próximos sus fines y haber tenido un protector común en la persona del obispo de Chieti, Pedro Carafa, que luego sería el papa Paulo IV. Pero la fusión duró poco tiempo; en el año 1568 volvieron a separarse para seguir cada familia su propio camino.
Los somascos tuvieron su período de esplendor, florecimiento y expansión por Italia en el siglo XVIII; hoy están reducidos a unos pocos colegios que rigen.
Fue canonizado por el papa Clemente XIII en 1767.
¡Qué pena! Una de las experiencias que brotaron del genuino espíritu cristiano, que tuvo una excepcional repercusión social haciendo bien a tanta gente y que fue punto testimonial del evangelio, ha quedado con el paso del tiempo reducida a la mínima expresión. ¿Qué habrá pasado con estos precursores del cometido, estilo, espíritu, fines y medios de la familia salesiana de Don Bosco para quedar reducidos a tan poco? No le toca a un pobre hagiógrafo como yo meterse a inquisidor riguroso de las causas, razones o motivos; pero es cierto que algo ha pasado y no sabemos si el fundador desde el Cielo mirará con aprobación la marcha de sus hijos a lo largo del tiempo.