LA EXCELENCIA DE DIOS

Era tanta la excelencia de Dios, tan inmensa la grandeza de su infinito ser en la plenitud de su fuerza, tan infinitamente distinto y distante de todo lo que Él no era, que todo lo que no era Él, ante mi mirada espiritual, prácticamente pasaba a no ser…

¡Nada era sino Dios!, porque Dios se era lo único que era en la plenitud excelente del poderío de su infinito, consustancial y coeterno ser divino.

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