Santos: Los 7 Santos Fundadores de los Servitas (Alejo de Falconieri, Bonfiglio, Bonajunta, Amideo, Sosteneo, Lotoringo, Ugocio); Faustino, Policromio, Silvino y Benedicto, Eutropio, obispos; Teódulo, Donato, Secundiano y Rómulo, mártires; Francisco Regis Clet, sacerdote mártir de China.
Hoy nos encontramos con un grupo de santos que se celebran aunados en el mismo día. Sus nombres son: Bonfilio Monaldi, Bonayunto Manetti, Manetto de l’Antella, Amidio Amidei, Ugocio Ugoccini, Sostenio de Sostegni y Alejo Falconieri, aunque hay que decir que algunos de ellos cambiaron por otros al entrar en religión. Fray Alejo de Florencia fue el último en morir. Y lo consideraron como portador de la misma santidad de sus compañeros.
Todos ellos vivieron a lo largo del siglo xiii. Nunca tuvieron el propósito de fundar la Orden que fundaron y se puede decir que salió a contrapelo, en contra de la voluntad de algunos de los fundadores y gracias a los continuos empujones del desconocido obispo de Florencia. Eran siete jóvenes emprendedores; se movían en el terreno de las transacciones comerciales por Florencia, donde había una hermandad o cofradía llamada de Santa María cuyos fieles o asociados se llamaban «laudesi» por aquello de dedicarse a su alabanza a la Virgen. Los siete formaban la parte más entusiasta y formaban un grupo bien conjuntado en el 1233. Los güelfos y los gibelinos andaban a trifulca diaria y la ciudad estaba en continua ebullición dividida en facciones que mantenían luchas fratricidas sin cuento.
El 15 de agosto –la Asunción– decidieron ponerse al servicio de la Virgen, impetrar su intercesión de la Reina de la Paz para conseguir la misericordia de Dios a cambio de comenzar ellos una verdadera esclavitud espiritual. El obispo les dio su bendición. En septiembre ya vivían en Villa Camarzia, en un suburbio veneciano, cerca del convento franciscano y no lejos de la iglesia de la Santa Cruz. Luego hubo un cambio de domicilio al Cafaggio por sus deseos de oscuridad y aislamiento.
En torno a la fiesta de Epifanía del 1234 quiso Dios que les conocieran mientras pedían limosna por las calles de Florencia, haciendo que hasta los niños que aún no sabían hablar gritaran y les señalaran con el dedo, animando a la gente para que ayudaran a los «servidores de la Virgen». Uno de ellos será el futuro san Felipe Benicio, una de las joyas de los servitas. Con este acontecimiento insospechado se acabó la paz que hasta el momento disfrutaron los siete varones de aquella fraternidad. La gente comenzó a conocer al pequeño grupo y a hablar de ellos; el obispo, empeñado en que aquello saliera adelante, les dio un terreno en el monte Senario donde comenzaron propiamente la vida religiosa construyendo una iglesia, y levantando unas malas casucas individuales, comenzaron la vida de oración y penitencia que se vio obligado a mitigar el cardenal Chatillón, legado del papa Gregorio IX en la Toscana y Lombardía. Una intervención sobrenatural de la Virgen les hace ver que han de tomar la Regla de san Agustín. Nuevamente el obispo toma la iniciativa imponiéndoles los hábitos negros en memoria de la Pasión de Jesús. Falconieri no quiso ordenarse sacerdote y así, como simple hermano, llegó hasta su muerte. Aquellos varones que formaron la fraternidad se encontraron ordenados sacerdotes, ligados con votos y con la regla de san Agustín para vivirla.
Pero quedaba la admisión de novicios para que aquello fuera una verdadera Orden. No había unanimidad, mientras unos lo deseaban, otros preferían continuar en su sencillez de siempre. La opinión del obispo salió triunfante interpretando el dato de la viña que milagrosamente produjo fruto en el huerto que tenían sin que fuera tiempo de uvas ni haberse puesto antes en flor. En 1255, el papa Alejandro IV daba la aprobación a la Orden con la encomienda de que eligieran superior general. Había nacido por voluntad de la Virgen la orden mendicante de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María o servitas.
Individualmente se puede decir algo de ellos:
Bonfilio Monaldi fue el primer superior durante los dieciséis primeros años antes de la aprobación pontificia. Cuando Alejandro IV los aprobó, puso a disposición el cargo y vivió en adelante dedicado a la oración y a la penitencia. Murió en el 1262, en el oratorio, rezando el oficio divino.
Juan Magnetti fue el primer general canónico y el primero que se murió. Fue en el 1257, después de celebrar la misa, se sintió mal; pidió se le leyera la Pasión y al escuchar las palabras de Jesús «a tus manos encomiendo mi espíritu», murió.
Bonayunto Manetti contribuyó, durante el tiempo de ser general, a la expansión de la Orden. Consiguió se eligiera a Felipe Benicio –luego sería santo– para sucederle y lo consiguió. Murió en 1268, atendido por su sucesor.
Amideo Amidei, nació en 1204 y murió en 1266, dejando un perfume especial en todo el monasterio de Cafaggio. Se distinguió por su llamativa humildad y sencillez. También fue superior del monasterio de Monte Senario.
Ugoccio Ugoccini y Sostenio de Sostegni siempre estuvieron unidos: fueron amigos desde la juventud, juntos entraron en el grupo, juntos se santificaron antes de que se aprobara la Orden, juntos salieron a extenderla –uno a Francia y otro a Alemania–, juntos regresaron y el mismo día murieron en el mismo convento de Monte Senario, el 3 de mayo de 1282.
Y queda el que murió ancianísimo de ciento diez años, Alejo Falconieri, nacido en Florencia en 1200 y muerto el 17 de febrero de 1310. ¿Original?: el más joven que entró en la Orden, el último que murió, el que no quiso recibir las órdenes sagradas, el que se dedicó a pedir limosna y a cumplir los más bajos oficios.
En 1276 el papa Inocencio V dio por extinguida la Orden según pedía o mandaba un canon del concilio de Lyón. Cuatro de los fundadores ya habían fallecido, dos estaban fuera de Italia, quedaba solo Alejo y aquello tenía mala solución. La fortaleza de Felipe Benicio, la persuasión de que aquello era de Dios y su perseverancia que llegaba hasta la terquedad consiguieron que el papa Benedicto XI, en 1304, la confirmara de nuevo. A continuación, la Orden de los Servitas tuvo un gran desarrollo por Europa; más tarde, también en Inglaterra y América.
Un clamoroso milagro sucedido en Viareggio por la intercesión de los siete santos invocados colectivamente motivó que el 15 de enero de 1888 fueran todos canonizados por León XIII.