« La Madre Trinidad es como el eco palpitante de aquellas palabras de Jesús: «Gracias te doy, Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeños» . Es como si el Señor, a través de ella, quisiera decir hoy al Sacerdote, a las almas Consagradas, al trabajador perdido en el campo, a la mujer de la limpieza, al joven que se empieza a abrir a la vida o al hombre engullido por el tráfago de las grandes ciudades: Mira, todo mi amor infinito es para ti. He muerto en una cruz para hacerte Dios por participación; y, en mi Iglesia, he dejado tesoros insondables para repletarte de la felicidad que buscas sin encontrar. En tus manos pongo la hondura, la anchura y la longitud de todo el misterio de mi vida.»
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