Santos: Hermenegildo, Eugenia de Córdoba, mártires; Martín I, papa; Carpo, Urso, Marcelino, obispos; Papilo, diácono y mártir; Agatónica, Agatodoro, Eleuterio, Zoilo, Teodosio, Justino, Quintiliano, Dadas, mártires; Sabas Reyes Salazar, sacerdote y mártir; Ida, virgen; Ida, viuda, condesa de Boulogne, beata.
¿Por qué murió? ¿Qué mal tan aberrante hizo? ¿Quién podría sentirse ofendido por sus actuaciones? ¿Qué monstruosidad pública ocasionó? ¿Cuál de sus líneas pastorales era susceptible de ser criticada como malévola? ¿A quién trató de modo infame? Querer buscar alguna razón a los hechos que proceden de la irracionalidad es querer buscar una pata de más al gato. El odio a la fe católica es la nota del martirio.
Sabas había nacido en Cocula, Jalisco, archidiócesis de Guadalajara, el 5 de diciembre de 1883.
Fue nombrado por el obispo Vicario de Tototlán, Jalisco, diócesis de San Juan de los Lagos. Quienes le conocieron atestiguan que era hombre de un natural sencillo, un sacerdote fervoroso que tenía una particular devoción a la Santísima Trinidad y que invocaba frecuentemente a las ánimas del purgatorio.
Valorando la importancia de la niñez y de la juventud no escatimó tiempo ni esfuerzo para prestar atención especial a estas dos etapas y ocuparse de ellas con un esmero que resultó ser eficaz. Procuró con entusiasmo la formación de los niños en la catequesis para asentar las bases de la fe; a los jóvenes les abrió caminos que elevaban el nivel humano y cultural, y hasta les podrían servir en un futuro más o menos próximo para ganarse la vida: el Padre Sabas puso sus conocimientos al servicio de la comunidad, enseñando ciencias, oficios y artes, especialmente la música.
Sin ninguna obra extraordinaria digna de mención, fue un fiel cumplidor de las obligaciones propias del ministerio sacerdotal tanto en la predicación de la Palabra de Dios, como en la administración de los sacramentos. Lo recuerdan especialmente exigente en todo lo referente al culto; y aseguran sus feligreses que le gustaba realizar el cumplimiento de cualquier deber con diligencia, evitando retrasos que pudieran deberse a la pereza.
Cuando le aconsejaron que saliera de Tototlán porque se preveía un peligro grave para los sacerdotes, él solía contestar, delicado y agradecido a quien se preocupaba por su persona: «A mí aquí me dejaron y aquí espero, a ver qué dispone Dios».
En la Semana Santa de 1927 llegaron las tropas federales y los agraristas buscando al Sr. Cura Francisco Vizcarra y a sus ayudantes, coadjutores, vicarios o ministros. Todo el clero que encontraron fue al Padre Reyes y en él concentraron su odio. Lo tomaron preso, lo ataron fuertemente a una columna del templo parroquial, lo torturaron durante tres días por medio del hambre y la sed, y, con sadismo incalificable, le quemaron las manos porque estaban consagradas.
El día13 de abril de 1927, Miércoles Santo, fue conducido al cementerio. Lo remataron a balazos, pero antes de morir, con más alma que voz, pudo gritar el sacerdote mártir: «¡Viva Cristo Rey!».
Fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000.
No es preciso meterse a investigador para conocer el perverso móvil de quienes le llevaron a la muerte.