«El alma incomprendida no puede ser consolada. Tu alma, oh Cristo mío, misterio y filigrana del divino Amor, por ser el alma del Verbo, tiene una capacidad incomprensible para nosotros de amor y de dolor, que en la tierra nunca se ha podido ni se podrá abarcar. Y como el alma es consolada en la medida que es comprendida, aquella parte del alma de Cristo que queda sin comprender se queda sin recibir consuelo; y, al exceder su capacidad casi infinitamente a la nuestra, esa parte misteriosa, profunda y trascendente, a la cual nunca podremos llegar, queda sin consolar, y por eso: “Busqué quien me consolara y no lo hallé”.»
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